Conoce el Plan Pastoral Diocesano 2017

Al presentar este plan pastoral agradezco vivamente a todos los directores de departamentos diocesanos, movimientos eclesiales, fundaciones y comunidades que trabajan en la Diócesis en la evangelización. Todos estamos firmemente convencidos, junto con el apóstol Pedro, que dio valiente testimonio ante las autoridades de su tiempo, que «no se nos ha dado bajo el cielo otro Nombre por el cual podamos ser salvados» que el nombre de Jesucristo (cf. Hech 4,12). Por tanto, nuestro amor a los hermanos nos impulsa a anunciar a Jesucristo.

Dos elementos son esenciales en toda tarea de evangelización: la oración y el testimonio. Respecto del testimonio, el método supremo es la imitación de Jesucristo, para poder repetir la exhortación de San Pablo ante los hombres y mujeres de su tiempo: «Sean imitadores míos, como yo lo soy de Cristo» (1Cor 11,1). La aplicación de este método pastoral exige conocer a Jesucristo por la lectura y meditación asidua del Evangelio y dejarse penetrar de sus criterios y conducta, sobre todo, de su amor que lo llevó a la entrega de su vida. Este método pastoral lo pueden aplicar todos los hombres y mujeres que creen en Cristo y que están convencidos de su palabra: «Yo soy el camino… Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).

El segundo elemento esencial es la oración. Exhorto a todos los agentes apostólicos de la Diócesis a promover la Eucaristía dominical. Tomar como alimento el Cuerpo y la Sangre de Cristo es lo que nos permite «mimetizarnos» con Cristo: «El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,56). Lo contrario también es verdad: «El que no come mi carne y no bebe mi sangre no tiene vida» (Jn 6,53). En su amor maternal y haciéndose eco del mandamiento: «Santificar el día del Señor», la Iglesia hace de la participación en la Eucaristía dominical una obligación para todo fiel. La Iglesia no quiere que mueran. Muchos de nuestros hermanos no tienen vida, porque no participan en la Eucaristía. Por eso es fundamental, como plan pastoral de todo departamento, movimiento, fundación y comunidad que todos sus miembros participen de la Eucaristía dominical, para que, luego, puedan difundirla: «Sean imitadores míos». La anti-evangelización sería no participar en la Eucaristía dominical y luego verse obligados a decir: «No sean imitadores míos».

Para promover la imitación de Cristo –decíamos– es esencial la oración. Todos debemos orar más. ¡No es tiempo perdido! ¡Es el tiempo mejor aprovechado! Para facilitar la oración están todos los templos abiertos durante todo el día. Sobre todo, tengamos en cuenta las cuatro Capillas de adoración al Santísimo Sacramento –Los Ángeles, Nacimiento, Santa Bárbara y Mulchén– desde donde se eleva a Dios una oración incesante en presencia de Cristo en la Eucaristía. ¡No lo dejemos solo! Jesús se retiraba a menudo –era su costumbre– a lugares solitarios donde oraba:¡Imitemoslo también en esto! Sabemos que mientras los apóstoles pescaban con su propio esfuerzo el resultado era nulo: «Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada» (Lc 5,5); pero cuando lo hicieron en la Palabra de Jesús, la pesca fue abundante. Esta es la historia de toda evangelización.

Por último, quiero recordar otro punto de nuestras prioridades pastorales que hoy es urgente entre nosotros: el valor inviolable de la vida humana. La pérdida del valor sagrado de la vida humana es un síntoma preocupante de descristianización en nuestra patria. Es necesario evangelizar la vida: la vida humana es creada por Dios y, después de su paso por esta tierra cumpliendo una misión de amor –cada ser humano tiene su propia misión asignada por Dios desde antes de la creación del mundo–, se prolonga en la vida eterna. El aborto es un crimen abominable, porque elimina una persona humana inocente en el vientre de su propia madre y trunca su destino eterno; arruina el plan de Dios sobre esa persona, creada por Dios para que goce eternamente de Él.

Finalmente, pongo este plan pastoral bajo el amparo de la Madre de Dios, Santa María de Los Ángeles. Ella tiene la misión única de dar a luz al Hijo de Dios en este mundo y sigue ejerciendo su misión de «mostrarnos a Jesús» para que nosotros podamos ser imitadores de él y ser salvados por su Nombre.

Abrazo y bendigo a todos los que llevarán adelante este plan pastoral con vivo afecto en Jesús y María Stma.

+ Felipe Bacarreza Rodríguez Obispo de Santa María de Los Ángeles

Los Ángeles, marzo de 2017.

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