Más de 500 peregrinos celebran el Jubileo de Catequistas en Los Ángeles con fe, gratitud y esperanza

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Una jornada llena de alegría, fe y encuentro vivió la comunidad diocesana el último día de mayo, con motivo de la Peregrinación Jubilar de Catequistas, organizada por el Decanato Ciudad de la Diócesis Santa María de los Ángeles. Desde las primeras horas de la tarde, la Parroquia San Francisco fue el punto de reunión donde catequistas, participantes y familias provenientes de las once parroquias del decanato comenzaron a congregarse para compartir una profunda reflexión comunitaria.

Más de 500 personas caminaron con espíritu orante por las calles de Los Ángeles, testimoniando su amor por la misión de anunciar el Evangelio. El peregrinar culminó en el Templo Catedral, donde se celebró la Santa Eucaristía presidida por nuestro Obispo, Monseñor Cristián Castro Toovey, acompañado de los sacerdotes del decanato, quienes además ofrecieron el sacramento de la Reconciliación a quienes lo desearan.

Durante su homilía, Monseñor Castro destacó la gracia del Año Jubilar, señalando que “la indulgencia, la misericordia… el corazón de Dios es siempre misericordioso, y su perdón no tiene límites. Somos nosotros los que muchas veces no percibimos su belleza”. El Obispo subrayó que el tiempo jubilar es una oportunidad para acoger con mayor claridad y gratitud ese perdón que el Señor quiere regalarnos.

Refiriéndose a la Solemnidad de la Ascensión, Monseñor recordó que “cuando el Señor asciende a los cielos, vuelve a sus discípulos con una certeza: que el sufrimiento vivido, su pasión, su muerte y su resurrección, es también el camino que cada cristiano está llamado a vivir. La vida nueva está delante, y esa esperanza nace en nuestros corazones desde el día de nuestro bautismo”.

En una sentida parte de su predicación, el Obispo quiso rendir un homenaje personal a los catequistas, recordando con emoción a su madre —a quien reconoció como su primera catequista— y a una religiosa que le preparó para su primera comunión: “Dos mujeres que marcaron mi vida, que me mostraron a Jesús. Y como ellas, tantos hombres y mujeres que hoy siguen entregando su tiempo, su amor y su fe, formando nuevas generaciones en el amor de Cristo”.

El llamado final fue a dar gracias a Dios por cada persona que ha sido puente en nuestro camino de fe. En un momento de silencio, toda la asamblea se unió en oración, recordando con gratitud a quienes nos han enseñado a conocer, amar y seguir a Jesús.

La celebración concluyó con la solemne bendición de Monseñor Castro:

“Bendícenos, Señor Jesús, en esta tarde. Bendice a todos nuestros catequistas, bendice nuestras comunidades, parroquias y capillas. Gracias por regalarnos siempre tu perdón, gracias por ser indulgente con nosotros y por sembrar en nosotros la esperanza de la vida eterna”.

Este Jubileo ha sido un testimonio de unidad, misión y renovación para quienes, con generosidad y vocación, sostienen la catequesis en nuestras comunidades. Un verdadero signo de esperanza para la Iglesia diocesana.

 

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